jueves, 25 de agosto de 2011

10 tipos peligrosos de la década del 2000. Top 8 - Arvydas Macijauskas


"Mache, Mache, Macheeeeee". El Fernando Buesa Arena rugía al ritmo del speaker vitoriano cuando el escolta de Klaipeda (Lituania), 1.93 y nacido en 1980, clavaba un triple de los suyos escorado en una esquina.

Fueron dos temporadas las que el genio lituano disputó en España, pero sin duda dejaron huella entre la afición vitoriana, confirmándose como uno de los mejores tiradores europeos del momento.

'Mache' estuvo en la mítica Final Four de Moscú en 2005, donde además, fue uno de los protagonistas. Había guiado al equipo durante el 'Top 16' con más de 20 puntos de media por encuentro y, junto a los Prigioni, Scola, Calderón y Tiago Splitter se plantó en una final más que merecida, dejando eliminados en semifinales al equipo local: El CKSA, favorito junto con el Macabbi para hacerse con el título continental. Macijauskas anotó 23 puntos y espoleó a los vitorianos hasta la ansiada final. Allí, los macabeos se hicieron invencibles gracias a sus dos genios: Sarunas Jasikevicius y Anthony Parker, dos sujetos imparables en aquella época.

No obstante, Macijauskas ganó la Copa del Rey 2003/2004, y acarició con la yema de los dedos aquella mítica final de Liga ante el Real Madrid, que perdieron en los últimos segundos gracias al triple de Alberto Herreros. Fue el minuto imposible.

Arvydas Macijauskas fue tres veces mejor jugador de la jornada ACB, y recibió el premio al mejor jugador del mes de octubre de 2003. También recibió el galardón al mejor jugador de la Euroliga del mes de marzo de 2005. Llegó al Caja Laboral después de acribillar a la selección española en el Eurobasket de Suecia. Un oro que se merendaron a partes iguales entre él, Jasikevicius y Stombergas. Una humillación desde la línea de 3 ante los 'Juniors de oro': unos jóvenes pecadores Pau Gasol, Navarro, Berni y compañía, que con apenas 23 años no conocían la capacidad de destrucción de la ex república soviética.

Para triunfar en un equipo de Dusko Ivanovic se debe ser algo más que un correcto tirador; incluso, se debe ser algo más que un letal triplista. 'Mache' no destacaba por su defensa, pero ofrecía absolutamente todas las soluciones ofensivas. Aunque atrás tenía problemas, ¿qué importaba eso, teniendo otros múltiples recursos en la cancha?

Era capaz de correr una transición al ritmo marcado por Calderón, un todoterreno que contaba, complice, con los cortes poderosos de 'Mache' por el arco de lanzamiento, con sus paradas asesinas más allá de la línea de 6,25; un pase directo y la sangre de horchata congelada ametrallando sin piedad triple tras triple. También podía acoplarse perfectamente al baloncesto antiguo de Pablo Prigioni. Aquí el baile era más detallista, y el éxito dependía de la coordinación con otro de los grandes de la ACB: Travis Hansen. Se alternaban turno de tiro, y también capacidad de decisión para entrar a canasta. Ambos tenían buenos recursos aquí, pero Macijauskas destacaba, además, por una velocidad de ejecución maravillosa. Todos sus gestos apenas se intuían. Te mataba y ya está, sin más demora.

Sea como fuere el sistema, Arvydas Macijauskas lo tenía todo ofensivamente. La frialdad y el temple marcaban su actitud dentro de la cancha, y eso siempre superaba con creces su falta de centímetros para defender a aleros altos del equipo rival.

Pero es curioso. A pesar de todo, sus estadísticas eran sorprendentes en un aspecto muy importante que nos explica por qué en un equipo netamente defensivo, el lituano acabó siendo tan importante: el ratio de faltas cometidas/faltas recibidas. Este siempre estaba a su favor. Arvydas era imparable en ataque. Simplemente, agotaba a sus defensores. Recibía el doble de faltas que cometía -4,8 por 2,6- y esto no solamente favorecía sus intereses (al forzar más personales, sus rivales no podían defenderle tan intensamente como querían), sino que mermaba la capacidad global del equipo rival en su trabajo colectivo ante la ofensiva del Baskonia. Era algo así como la avanzadilla de la guerra, el causante de las primeras bajas por fuego enemigo. Todo un 'killer' que no estuvo más años en España porque los caviares de la mejor liga del mundo llamaron a su puerta.



Las tres etapas del 'Via Crucis'

Se fue con la grandeza por delante. Aterrizaba en el verano de 2005 en Nueva Orleans, con una carta de presentación impecable: 17,2 puntos, con un 57% en tiros de dos, 41% en triples y 91% en tiros libres, para 16,3 puntos de valoración. Pagó la cláusula de rescinsion: 1 millón de dólares, soñando que los tres años de contrato firmado con los Hornets se lo iban a compensar. Como no podía presentarse al draft, al tener más de 23 años, esa era la única manera de jugar en la NBA.

Tenía 25 años, era uno de los cinco mejores jugadores de Europa, y podía comerse el mundo al otro lado del Atlántico. Desgraciadamente, no fue así. Ni mucho menos. Al igual que otros jugadores de su talla, como Jasikevicius o Spanoulis, se convirtió en un adorno con cierta vitola de calidad, aparcado en el sombrío oscuro banquillo de un largo tránsito hacia la nada: la suplencia en la NBA. Ser suplente marginal en aquella liga significa perder toda la dignidad como jugador de baloncesto.

Macijauskas se había convertido en un ser marginado, que se dejaba crecer la barba y el pelo para no parecer lechoso. Al parecer, según Macijauskas, el entrenador Byron Scott tuvo actitudes racistas con él: "sometimes I also got the feeling of that. I event grew my hair and beard, so less of the white colour could be seen. During all the season we did not talk to each other. He didn't want to communicate or even say "Hi" to me".

Fue, sin quererlo, el comienzo de su particular calvario como jugador profesional, de una carrera deportiva no demasiado longeva que estaba comenzado a torcerse y que no iba a acabar de buenas formas, que digamos. Tras su experiencia traumática con las 'Abejas' de Nueva Orleans, que además se tuvieron que mudar a Oklahoma City por el huracán 'Katrina', la tragedia profesional de Arvydas Macijauskas y un halo de mala suerte lo traía de vuelta a Europa, concretamente, a una de las cunas del baloncesto europeo: el Olympiakos griego.

Los multimillonarios hermanos Angelopoulos le ofrecían 2,2 millones de euros por temporada, una suculenta tajada que el escolta lituano no iba a dejar escapar. Poco después de llegar al club, Macijauskas se rompía el talón de aquiles. Era septiembre de 2006. Segundo hecho desgraciado tras la salida de Vitoria en el verano de 2005.

A partir de ahí, los que podrían haber sido los mejores años de 'Mache' como jugador de baloncesto, y haberlo convertido en una leyenda casi deística del baloncesto europeo, se convirtieron en los peores años del joven escolta. Si acaso, como dato positivo una nominación aislada como mejor jugador del mes de noviembre de 2007 en la Euroliga.

Pero las recaídas continuaban una tras otra. Macijauskas se pasó en 'blanco' los últimos años de su carrera, sin jugar ni un solo minuto en dos años. La tercera etapa del 'Via Crucis' le ponía delante como penitencia un juicio contra los hermanos Angelopoulos. Les reclamaba el pago de sus últimos años de contrato (4,4 millones) y que le dejasen libre para fichar por otro club (Lottomatica de Roma y Lietuvos Rytas eran sus principales pretendientes).

Sí, el juez determinó que el lituano era libre para fichar por el club que quisiese, pero no le concedió el pago de la ficha; al parecer, la lesión se había originado jugando con algunos compañeros de selección, sin el permiso de Olympiakos, y el club se negaba a hacerse cargo del coste de la ficha del jugador. Macijauskas había perdido el juicio.

¿Punto y seguido?

Con 30 años, una lesión que le venía lastrando durante más de tres temporadas le obligaba a 'colgar las botas'. Ramunas Butaustas le echó un órdago a la grande incluyéndole en la lista de convocados para el Mundobasket de Turquía. Sin embargo, el bueno de 'Mache', que había estado entrenando en Estados Unidos después de su salida de Olympiakos, no estaba ni mucho menos en el mejor estado de forma. El baloncesto fue cruel con Arvydas y le tendió una trampa.

El 8 de junio de 2010 anunciaba su retirada. No fue la suya una carrera larga, de las que todo el mundo recuerda por batir records estadísticos de puntos acumulados, o por tener un palmarés repleto de trofeos, pero en el imaginario colectivo quedó guardada su inmensa calidad.

Apenas tres semanas después de su retirada, el jugador recibió una oferta de un club local de la capital lituana: el LKL Perlas Vilnius. Le querían dirigiendo en el banquillo. 'Mache' dijo que sí, y así se convirtió en el entrenador asistente de este equipo. "El equipo me ha hecho la propuesta, y he aceptado gustosamente. Una vez he cerrado un ciclo en mi vida, empieza otro. Quiero ayudar a jugadores jóvenes y a la vez aprender muchas cosas. Tengo mucha experiencia, jugando para los mejores equipos, así que ahora, quiero transmitir esa experiencia”.

20 días después renunciaba como entrenador asistente para "atender asuntos en el extranjero". Una carrera muy particular la del 'asesino de Vitoria'. De todas formas, en el ámbito ACB quedará para la historia. Top 8 para él.


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