domingo, 30 de octubre de 2011

120 días de Lockout

La NBA, 4 meses después de su adiós
Cuando la llave decida por fin girar el viejo candado de ilusiones que custodia el imperio baloncestístico de los Estados Únidos, una reja metálica, tétrica, que se alza sobre los cipreses que se mecen al son del día de los muertos, chirriará, y el regusto a resaca monumental cubrirá todos los rincones del planeta de la canasta.

El impacto de esas rejas abriéndose será tal, que lo sentirán en Vitoria, en Madrid, en Moscú, Milano, Vilnius, Tel Aviv, Nancy, Estambul, y en general en todas las ciudades por las que pululan viejas ánimas errantes que han escapado de sus propias tumbas baloncestísticas, buscando los orígenes de un baloncesto puro, que creció muy lejos de California, cuna en la que el inmigrante escocés James Naismith inventó este deporte, pero que recuerdan con orgullo los principios básicos del baloncesto.

Mientras, en Nueva York, pulmón de emigración mundial por excelencia, un grupo de hombres con muchos millones y muy pocos escrúpulos, han decidido atormentar con la pesadilla del reparto salarial a todo el mundo de la canasta, que se debate entre el 52% del BRI que pide el sindicato de jugadores, el 50% que ofrece la patronal, las pérdidas multimillonarias que causarán los más de 200 partidos cancelados, y el trauma de no saber cuándo empezará el baile de una liga, que está oficialmente cancelada hasta el 30 de noviembre, y que recuerda con nostalgia su otra 'muerte' allá por 1998.

Michael Jordan y su sexto pedrolo de oro
En junio de ese mismo año, Michael Jordan se disfrazó de Dios, o Dios se disfrazó de Michael Jordan, logrando la canasta más recordada de la historia, y el ansiado sexto anillo de su retirada. Nada fue igual desde que 'Su majestad' dejara huérfana de padre a la NBA. Pocos días después, la estructura empresarial más grande de este deporte decía hasta aquí hemos llegado. David Stern, comisionado de la liga, anunciaba el primer cierre patronal de la  historia de la NBA, que se prolongaría hasta el 6 de enero de 1999. Todo había quebrado. La NBC, el canal de televisión más importante de los Estados Unidos, no iba a meter más pasta en un negocio que no generaba todos los ingresos que parecía prometer. Se había acabado la utopía de los millones. Sin embargo, y por el bien del espectáculo, los dueños de las franquicias (un negocio complicado de explicar en estas líneas, pero que tiene grandes similitudes con el mundo de la especulación inmobiliaria en España), cebados de millones, revalorizando y vendiendo sus propios equipos por el doble o el triple del precio de coste, decidieron ser 'generosos' con los jugadores y ofrecerles un 57% del reparto de beneficios cosechados por la liga. Total, no importaba ni una mierda el equilibrio salarial, las perspectivas de futuro, ni nada de eso. Eran los 90 chico, los Estados Unidos aún podían poner la chorra encima de la mesa y sacralizar a sus estrellas mientras se fumaban los puros del progreso.

Pero este reparto, totalmente desproporcionado y debido a esa burbuja de especulación por parte de la patronal, terminó hace bastantes años. La liga lleva en decadencia, en quiebra técnica, desde hace más de 5 años. Sin embargo, las 'vacas flacas' no se habían dejado sentir entre los jugadores, inmunes a esta crisis y disfrutadores natos de su convenio antiguo, forrándose literalmente de pasta en los bolsillos. Algunos, sin jugar ni siquiera un solo minuto (Marbury, Ed Curry, Van Horn, Sprewell, Arenas, etc.) estaban llevandose a sus casas más de 10 millones de dólares todos los años, sin duda beneficiados a espuertas de la lontananza de los noventa. No obstante, en marzo de 2010, el propio David Stern, aprovechando la reunión de las estrellas que se celebró en el paraíso de Las Vegas, anunció que la liga perdía entre 200 y 300 millones de dólares al año, que esto llevaba sucediendo muchos años, y que si no había un acuerdo entre la patronal y el sindicato de jugadores, la NBA cerraría las puertas.

500 días después, aproximadamente, la predicción se cumplió. Nadie quería bajarse de sus opulentos lujos, de sus opíparos escarceos con el mundo de las mayores fortunas de los Estados Unidos. Ciertamente, nadie quería reconocer que la NBA, aquel mundo de diversión, esa noria diseñada para girar y girar en vertiginosas aventuras de alegrías de las masas, aquel súmmun del derroche, el lujo, el glamour, en definitiva, la prepotencia nacional de la Potencia (ya ex) económica más importante del mundo, llamada Estados Unidos, se hundía al ritmo marcado por su propia economía enferma, sus propios sueños, la deuda con unos señores llamados chinos, que gobiernan el mundo y apuntan con francotiradores el funcionamiento de la Reserva Federal.

El viernes se cumplieron 120 días de lockout, y el próximo martes 1 de noviembre, los 4 meses de oxidación de las puertas del baloncesto. George Cohen, el juez federal fracasado en el lockout de la NFL, fracasado en el lockout de la NBA; Billy Hunter, el negociador del sindicato de jugadores; Derek Fisher, el eterno escudero de Kobe Bryant, poseedor de cinco pedrolos de oro como campeón de la liga y presidente del sindicato de jugadores; Adam Silver, el contramaestre, un 'larguiducho' con pinta de pocos escrúpulos, la mano derecha de David Stern; y el propio David Stern, el que se inventó una liga global, el que lleva 27 años al frente, el comisionado, el que se lleva 20 millones de dólares por temporada, el que angustiado muestra los malos resultados económicos.

Todos estos son los protagonistas de los 120 días de lockout. Negocian durante horas, en jornadas maratonianas que duran una eternidad, pero no llegan a un acuerdo. Las madrugadas en España, mientras, también han echado el cierre patronal. El martes debería comenzar el baile de todos los años, el vertiginoso carrusel hacia el anillo, la defensa de los Dallas Mavericks de Dirk Nowitzki, que quebraron el sueño del 'Threepeat' de Pau Gasol y Kobe Bryant, la aspiración definitiva de 'King' James a su trono como propio rey de la liga desde que tenía 15 años, e incluso, el debut ansiado de un niño de 20 años, de un pueblecito de la Costa del Maresme llamado El Masnou, en una ciudad llamada Minnessotta... el genial Ricky Rubio.

Pero esto no va a ocurrir. Noviembre también tiene el sello rojo en grande de 'Cancelado'. Toda una generación de trasnochadores convencidos tendremos que seguir el rumbo de este río congelado y aceptar con deportividad el lockout (palabra odiosa, por cierto).

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