jueves, 1 de diciembre de 2011

El plus del espectáculo


Inauguro sección en todoxdeportes.com, concretamente una tribuna de opinión dedicada a debatir sobre la actualidad baloncestística que se produzca tanto aquí en Europa como en Estados Unidos. A comienzos de este mes de noviembre que en breve termina, El País publicó un análisis sobre un problema que comienza a preocupar mucho en Europa: el descenso acentuado de los puntos por partido en los últimos años. Incluyó, además, un debate en el mundo de la canasta sobre cómo recuperar el buen tono anotador que se vivía, por ejemplo, en los años 80, donde el baloncesto era menos físico y primaba sobre todo el talento.

De entrada, es importante apreciar una característica muy positiva que ha tenido el baloncesto desde su aparición en 1879 en las canchas de la Universidad de Illinois, y que le ha dado gran vistosidad y espectáculo con el paso de los años; el baloncesto es, sin duda, un deporte moldeable, que se adapta perfectamente a cambios de reglas tales como dimensiones de la pista, distancia de las diferentes líneas de anotación, duración de los partidos, división por cuartos, etc. A pesar de estos cambios, la esencia del juego no se pierde, sino todo lo contrario, se enriquece con los años. Entonces, ¿por qué vivimos atrapados en partidos rácanos que difícilmente superan los 70 puntos?

Para empezar, debemos apreciar algunos esfuerzos por parte de la FIBA para revertir esta situación. En agosto de 2008, con motivo de los JJ.OO. de Pekín, FIBA publicó el último reglamento oficial de baloncesto hasta la fecha. Ahí se abrieron las nuevas vías para un reglamento más vistoso. Lo estamos viendo desde la pasada temporada en ACB, y desde hace dos en las distintas competiciones organizadas por la FEB. Este proceso culminará la próxima temporada con la unificación de normas a nivel mundial. Es decir, ningún partido de baloncesto se disputará con la línea de 6,25 y la zona trapezoidal. Al contrario, la ‘pintura’ ve mermar sus dimensiones, que pasan de los antiguos 5 metros de anchura en la boca del embudo de la línea de fondo hasta los 4,8 metros, y la línea de ‘3’ se aleja hasta los 6,75 metros. Además, la zona incluye ahora un semicírculo de no carga que impide al defensor sacar ventaja de su situación en favor del atacante, ya que una carga ofensiva con el jugador defensivo dentro de ese semicírculo, no se considerará falta en ataque y sí falta personal del defensor.



¿En qué favorecen estas medidas al espectáculo y a los puntos?

La respuesta es sencilla, pero la explicación algo más compleja. Con las nuevas dimensiones, lo que se pretende conseguir son mayores espacios cerca de la canasta para que se produzcan situaciones más cómodas de tiro. Con los jugadores exteriores y sus correspondientes pares defensivos defendiendo a casi 7 metros del aro, se abren mucho más las defensas y es más sencillo el juego de 1x1 o de Pick&Roll del atacante, además de reducirse las situaciones de tres segundos ofensivos en la zona. Por decirlo de otra forma, plantar una zona efectiva es muchísimo más complicado que hace unos años. Por poner un ejemplo de baloncesto ‘arcaico’ reciente en España, el C.B. Granada de Sergio Valdeolmillos en 2006. Con Curtis Borchardt como clara referencia interior, y jugadores como Roberto Gabini de alero y ‘Juampi’ Gutiérrez de ‘4’, Granada ponía el ‘cerrojazo’ atrás, aprovechando la gran intimidación de su hombre grande y desaconsejando los tiros cercanos a canasta. Esto provocaba partidos de muy pocos puntos, muchos de ellos a 60 puntos. Pues bien, se pretende que con las nuevas normas ningún equipo pueda sacar ventaja de este tipo de tácticas conservadoras. El problema, sin embargo, viene de los propios ‘anticuerpos’ que las defensas han aplicado a estas normas. Ha sido un crecimiento proporcional: a mayores espacios, mayor defensa. Y rápidamente los scouts se han dedicado a desarmar las jugadas ofensivas del rival, a límites poco sanos para las cabezas de esos ojeadores (más de 2 por equipo). Eso, unido al crecimiento físico de los jugadores, convierten la cancha en un lugar más pequeño cualitativamente hablando, en el que aprovechar esos espacios es mucho más complicado porque los jugadores ocupan mucho más las posiciones claves del juego: los postes y el arco exterior frontal de la canasta. Por tanto, ¿cómo solucionar este problema tan grave que reduce los espacios y perjudica la ventaja para el tirador?

Para empezar, y aquí todas las voces son unánimes, es esencial aumentar la anchura de la cancha para que los ataques aprovechen mucho más el arco lateral. Los esfuerzos de FIBA por crear más espacios en la zona están muy bien, pero si eso no lo acompañas con el ensanchamiento de la cancha, ocupar la línea exterior por los laterales es poco menos que una quimera, por el simple hecho de que es complicadísimo fijar allí la posición de tiro. Llevar la línea lateral medio metro atrás obligaría realmente a las defensas a abrirse mucho más para impedir el tiro cómodo de los tiradores puros rivales –los grandes protagonistas del baloncesto regido por la nueva normativa– y, por tanto, facilitar el juego de aleros y pívots cerca de la canasta. Más lanzamientos cercanos a canasta, más segundas jugadas con rebote ofensivo y, por consiguiente, más puntos.

Otra solución podría ser la que aplican en la NBA: los 3 segundos defensivos, lo que allí llaman defensa ilegal. Esta situación se castiga con una falta técnica al equipo infractor, penalizado con un tiro libre más saque lateral de su rival. Con esta medida, desaparecen completamente las defensas zonales. Por eso, históricamente ustedes habrán oído aquello de… “A los americanos, defensa zonal”. Pues sí, la única solución para defender con garantías a los equipos norteamericanos en torneos internacionales era la zona. Simplemente, porque no la conocían. Prodigioso ejemplo el que planteó ‘Pepu’ Hernández en Pekín 2008, con Carlos Jiménez devorando a Lebron James en una trampa defensiva para archivar en la memoria, Pau Gasol anulando a Dwight Howard y Felipe Reyes bregando contra Carmelo Anthony como si fuera un alero más.

Con estas dos medidas se conseguiría mejorar el espectáculo, sin duda. Con los pívots alejados de la zona, las posibilidades de penetración de los jugadores pequeños aumentarían y también lo harían los mates y ‘alley hoops’, ya que no habría tanto miedo al tapón del pívot rival. Lógicamente, y como ya he comentado, esto tampoco es la panacea para el problema de los puntos en Europa. Jugadores como Serge Ibaka comienzan a proliferar en la competición. Es decir, pívots grandes, físicos, que tienen un desplazamiento lateral espectacular, una colocación exquisita, y son capaces de sobreponerse a las ventajas del rival y seguir defendiendo con la misma efectividad. Stephane Lasme, Boniface Ndong, Lawrence Ekperigin, Saer Sené, Florent Pietrus, Kenny Adeleke, etc. ¿Ustedes los conocen? Este tipo de jugadores antes no se quedaban en España. La NBA hacía auténticas prospecciones como si de petróleo se tratase por las ruinosas canchas africanas buscando a su defensor ideal. Hoy, el baloncesto FIBA también apuesta por este tipo de jugadores, que si bien ofrecen espectáculo defensivo, reducen la puntuación global de un partido.

Así, parece que la propia concepción de juego europea es inamovible, como si se quisiera perpetuar el génesis y la filosofía de juego de Grecia y Turquía. Por una parte intentan dar carta blanca hacia un aperturismo del espectáculo, pero por otra parte enseguida buscan el antídoto contra ese peligroso enemigo llamado anarquía ofensiva.

Por eso, subir de 70 a 80 puntos no se reduce a la lógica de anotar cinco canastas más, jugar a mayor ritmo o mejorar los porcentajes de lanzamiento. Estamos ante una losa psicológica que se creó, precisamente, en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, en los de Barcelona, etc. El miedo a los americanos logró imbuir a los entrenadores europeos el espíritu defensivo. Ahí cambiaron todos sus preceptos de talento y se pusieron a defender, a reducir los puntos del rival como si todavía tuvieran pesadillas con los Jinetes del Apocalípsis encarnados en la piel de ‘Magic’ Johnson, Michael Jordan, Larry Bird o Pat Ewing.

Boza Maljkovic, Ettore Messina, Dusko Ivanovic. Son tres ejemplos de la influencia baloncestística europea, tres grandes ejemplos que han conseguido extender un juego de control, a pocos puntos, con ayudas defensivas feroces. Son los referentes de una filosofía de juego en estático, que repudia los contraataques, las canastas fáciles. Todos vemos cada fin de semana al Moncho Fernández o Joan Plaza de turno jurando palabrotas en inglés, rompiendo pizarras, sentando a grandes jugadores en el banco, por un par, tres, por una mala acción defensiva. El súmun es Ivanovic. Sus jugadores tienen tanto miedo a que su rival les anote una canasta que en ocasiones se olvidan de jugar en el ataque, considerando el doble castigo de varias acciones negativas: el banquillo.

Esa es la filosofía que dará el plus del espectáculo, más allá de los cambios normativos. La tendencia a castigar al jugador que no defiende acrecienta el miedo a atacar, a arriesgarse, a multiplicar los tiros y las anotaciones. En España, hay dos grandes diferencias: ACB versus Adecco Leb. La primera es un ejemplo del declive del baloncesto ofensivo, mientras que la segunda guarda en sus entrañas el secreto de los partidos a más de 80 puntos. Precisamente, es la liga europea con mayor ratio de anotación. ¿Cómo lo consiguen? Esto es muy sencillo: confiando en el talento del jugador. Mientras la ACB anuncia fichajes de músculo semana tras semana, en la hermana pequeña, la Leb, se fomenta el juego de jugadores talentosos y se apuesta por fichar jugadores que ofrezcan espectáculo ofensivo. Por tanto, como hemos visto en este artículo, el problema de la baja anotación en Europa es un tema complejo y que no parece ir a mejor, y que pasa por un cambio entero de filosofía baloncestística. Como siempre, en la formación de entrenadores, jugadores y directivos, se podrán poner las bases de un cambio de modelo beneficioso para este deporte tan agradecido (y tan maltratado últimamente) llamado baloncesto.

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